De un tiempo a esta parte, vengo prestándole algo más de atención a las redes sociales. No es que me haya dado ahora, a mis años, por acaparar la atención de las personas, pero sí que me he dado cuenta de lo tremendamente desconectado de lo que es la "realidad fotográfica" de mi entorno.
Es cierto que no soy alguien que se vea en determinados ambientes virtuales, básicamente porque no suelo tener demasiado tiempo, y el que tengo y no reclaman las personas que comparten mis días, lo prefiero pasar con la cámara en la mano, buscando historias que me puedan llamar la atención. Con esto por supuesto que no quiero meterle el dedo en el ojo a nadie, pero es cierto que cada uno tiene su camino y este es el mío.
En este momento, hace ya una docena larga de años que volví de Londres y, desde entonces, nunca he sentido la necesidad de dedicarme exclusivamente a la fotografía. Al principio debido a que tenía cosas mas importantes en las que pensar, y luego porque me dí cuenta de lo enrarecido que estaba el ambiente al respecto. Hoy por hoy, la cosa no hace más que empeorar. Hay tantas personas dedicándose a lo mismo que realmente no sé como no se sacan los ojos unos a otros. Lejos quedó el tiempo en el que se hablaba de colegas de profesión o en el que uno se vendía con los propios méritos. Hoy por hoy, lo que se estila son las amistades de conveniencia, las puñaladas de callejón y las rencillas que no llevan a nada más que a crear polémica y convertir la profesión en algo más que un mero chiste, una caricatura.
Yo a eso no juego. Quizá sea porque no tengo esa capacidad. Caramba, incluso cuando me disfrazo, mas parece que me estoy caracterizando para una película que vistiéndome para tapear dando la nota. Pero es que soy así, y no creo que el paso de los años ayude para cambiarme.
Con la fotografía pasa lo mismo, y ya la repanocha es cuando las personas se creen en la potestad de señalar quien tiene el derecho de ser un fotógrafo y quien no. Así, alegremente, puedo contar a docenas de personas que se pasan el día señalando en otros lo que hacen ellos mismos, como si eso les diese algún tipo de fuerza moral. Pero es un show para convencidos, que solo tiene aplauso en los propios palmeros, y dá una sensación muy errónea de popularidad. Y, por encima de todo, creo que hay un pequeño error de concepto aquí. Para mí, un fotografo es alguien que hace fotografías con una determinada actitud. Los hay buenos, malos, regulares... Como en toda profesión u afición, el talento y la entrega son determinantes. Otra cosa son los fotógrafos profesionales, que son los que asumen la responsabilidad de un encargo, incluso algunos que viven exclusivamente de ello. Pero por encima de todo, están las personas. Porque todo fotógrafo, hasta que se demuestra lo contrario, es persona. Y de estos, los hay geniales, amables, perezosos y, como no, directamente gilipollas. Por eso, cuando ha saltado este tipo de polémica, mi polítca siempre ha sido el mirar menos a los demás y trabajar con honestidad en lo propio. Y que las diferencias las hagan otros con mas tiempo y ganas para ello.
Mis referencias fotográficas siempre han sido esos Mcnally, McCurry y similares fotógrafos que, a través de revistas como Life y National Geographic me traían historias interesantes de las personas del mundo. Yo quería una cámara para eso. Pero no todo es tan bonito. Como he dicho antes, últimamente se ha radicalizado tanto la cosa que la gente está mas de uñas que realmente haciendo lo que le gusta, y es terrible. Yo mismo hace años que tuve que decidir "solo fotos" o "trabajo y si hay fotos, ya me doy de alta puntualmente en eso" y no me dolieron prendas al escoger lo segundo porque el ambiente estaba tan degradado que incluso hoy no vale la pena meter la cabeza ahí salvo que nuestra única aspiración en la vida sea ganarnos la vida con ello. Sin embargo, esto no puede dejar fuera la idea de que muchos de los grandes fotógrafos cuya obra ha sido representativa de su generación y su sociedad, realmente no se dedicaron profesionalmente a esa labor, sino que tenían otras ocupaciones. Por eso siempre me gusta romper una lanza por quien coge la cámara con un espíritu crítico y curioso y no permitir que se les considere fotógrafos de segunda línea o algo así porque usualmente, quien tiene tiempo de cargar tintas en esa dirección, tiene un problema que nada tiene que ver con la fotografía en sí, y no merece ni atención ni consideración por nuestra parte.
El título del post es de "Autocrítica". No lo he puesto al azar. Leyendo blogs, páginas y demás, la crítica es probablemente uno de los temas dominantes. Uno critica de forma descarada o velada al que tiene enfrente básicamente como forma de autopromocionarse, crear polémica o salida de las propias frustraciones. Y es una pena. Un profesional sin autocrítica es como un barco varado. Puede ser bellísimo, tener un velamen impresionante, ser capaz de surcar las olas con elegancia... pero que nunca llegará a nada. Y quien sabe, quizá el día de la botadura, cuando realmente importe, se dé la vuelta y se hunda como si jamás hubiese sido construido. A veces pienso que, tras tanta pataleta colectiva, lo que hay es precisamente el miedo a ese momento crítico, porque mil trabajos, diez mil fotografías, cien mil premios, no curan un espíritu que vive con miedo de no estar a la altura de lo que trata de vender al público.
Y eso es trágico.