Estas Navidades han sido las primeras en las que mi familia ha tenido un relevo generacional. El primer padre que se hace abuelo, la primera hija que se hace madre... La primera abuela que sube de nivel. Han cambiado muchísimas cosas en pocos meses y lo cierto es que no puedo sino estar profundamente agradecido por el 2015 que me ha tocado vivir.
No me interesan los logros profesionales, que han estado en su sitio, me centro en el equilibrio personal que he alcanzado y en la ilusión por el año que llega que ha conseguido generar esta situación.
Mientras paseo mirando balcones minutos después de tomar las uvas, no puedo evitar dejarme llevar un poco por el paisaje urbano de la noche malagueña. Los portales dejan salir personas en tropel, cargadas de abrigos, bolsas y adornos para quemar un poco lo que resta de estas primeras horas del año, y me alegra saber del deseo tan intenso que todos tenemos de que unas sencillas campanadas den paso a un capítulo todavía mejor de nuestra vida. Casi no puedo evitar la tentación de abrir la bolsa y sacar la cámara, pero también sé que esta noche ya he tomado la fotografía que deseaba. No necesito buscar otra.
Esto me da mucho que pensar. No me puedo quejar de los últimos 356 días. Tendría que hacer un gran esfuerzo para llegar a un momento en el que haya estado realmente al límite de las posibilidades por algo más de unos minutos. E incluso en esos momentos, he tenido recursos y personas que me han permitido convertir los retos en oportunidades inesperadas. No soy conformista, pero sí que me he descubierto profundamente agradecido por la vida que tengo. 2015 me ha planteado dilemas en lo personal y en lo profesional que me han conducido a nuevas aventuras y situaciones enriquecedoras y sorprendentes. He cerrado etapas de mi vida pero he abierto otras mas ilusionantes si cabe.
Pero 2015 quedó atrás y no puedo evitar preguntarme sobre las cosas que traerá este nuevo año.
En lo profesional, siento la necesidad de dar un golpe de timón y explorar nuevos horizontes. No es que me aburra de lo que hago, sencillamente pienso que uno jamás debe acomodarse. La gran aventura de la vida tiene muchas conquistas, y siento que ya es hora de que yo afronte algunas nuevas. Quizá sea porque llevo demasiado tiempo sin pisar terreno desconocido y tengo ese deseo de saber si todavía puedo encontrar alguno.
Es por ello que, a lo largo de este mes de Enero voy a comenzar algunos cambios, empezando por esta página y continuándolos a través de los medios en los que me mantengo conectado a la sociedad. Una parte crucial de mi trabajo fotográfico se nutre de mi interacción con las personas, por lo que tengo que aprender a cuidar más estas cosas. Tampoco es momento de hablar de proyectos que ya están sobre la mesa pero creo que, hasta dentro de unos días no voy a hacer otra cosa que afianzar los que ya tengo en marcha y planear los pasos que tendré que dar para ser coherente con estos pensamientos.
Uno de los primeros, que trataré de llevar a cabo lo antes posible será el comenzar este blog desde cero. Tengo muchas cosas pensadas para esta nueva etapa, pero no será hoy cuando me ponga a ello. Después de todo, estos días hay que compartirlos especialmente con aquellos que, día tras día, aprecian la persona que eres y te ayudan a llegar a la que deseas ser. En un principio pensaba que lo mejor sería borrarlo y comenzar una nueva bitácora... No me parecería mala forma, es la tradicional. Pero he tomado la decisión de que no sea así. Nadie avanza realmente si quema su pasado en el altar del futuro que desea, por lo menos no lo hace de una forma honesta. Reinventarme no es nunca el camino que yo escojo, no necesito buscar que las personas me vean como alguien distinto de como soy, y para ello necesito mi historia. Sí a alguien le funciona el otro método, estupendo. Yo, por mi parte, seguiré siendo una de esas personas que, cuando todos van hacia la derecha, siente la imperiosa necesidad de girar a la izquierda.
Sin embargo, dicho esto, hay una cosa que no depende de mí, pero que no quería dejar pasar el agradecer una vez más. El momento en el que alguien, tras ver como retrato mi vida, toma la decisión de confiarme la suya. Esa sensación es una de las mejores que se pueden llegar a tener. Si deseas recorrer el camino profesional con la cámara en la mano, jamás pierdas de vista cuanto le debes a esa decisión ajena que te dá la posibilidade de hacerlo.